De la sobreestimulación a la subestimulación: cómo el bore-out afecta la recuperación
- Larissa Guerrero
- Aug 12, 2024
- 10 min read
Por Larissa Guerrero Ph.D

Hace un tiempo platicando con una de mis hijas, también autista, atencional divergente, ACI, dislexia y discalculia al igual que yo, acerca de su estado de ánimo y el hecho de que aún con el descanso y poca actividad su disfunción ejecutiva cada día estaba peor y que cada vez se sentía con mayor burnout. La verdad es que lo que me comentó resonó profundamente con mi experiencia, al igual que con la experiencia de muchos de los participantes de mi práctica terapéutica, por lo que me di a la tarea de analizar a profundidad la etiología de porque nos sentimos cada vez con mayor burnout a pesar de que hemos implementado todas las estrategias y acomodaciones, y caí en cuenta que en la mayoría de los casos existía una subestimulación y al analizarlo llegué al concepto de bore-out.
Al igual que el burnout en su definición tradicional, el bore-out es un término que se usa en el ambiente laboral y es falta de motivación laboral profunda y continua que se experimenta en forma de aburrimiento. Explorando esta situación caí en cuenta que a los autistas y atencionales divergentes nos sucede más como una experiencia de subestimulación que deriva en muchos efectos, y a la vez agudiza los síntomas del burnout.
Entendiendo la estimulación
La estimulación se define como el conjunto de inputs sensoriales, cognitivos y emocionales que recibimos del entorno, que afectan nuestro desarrollo, motivación y bienestar. Este proceso incluye la recepción de estímulos a través de los sentidos, como la vista, el oído, el tacto, la interocepción, neurocepción, propiocepción, así como la forma en que estos estímulos se procesan, integran y manejan para generar respuestas adaptativas y significativas.
La estimulación es fundamental para el desarrollo porque proporciona el soporte necesario para la adaptación y el aprendizaje continuo. La exposición a una variedad de estímulos activa el cerebro, fomentando la neuroplasticidad, que es la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones en respuesta a experiencias. Este proceso es esencial para el desarrollo cognitivo, emocional y social, nos permite aprender nuevas habilidades, resolver problemas y adaptar nuestro comportamiento a diferentes situaciones.
La estimulación adecuada activa y desafía los sistemas sensoriales y cognitivos, facilitando la percepción, la atención y la memoria. El procesamiento de la información implica la interpretación de los estímulos recibidos, su organización en categorías significativas y su integración con el conocimiento previo. Este manejo eficaz de la información es vital para la toma de decisiones, la regulación emocional y el aprendizaje. Asimismo, la exposición a estímulos que son interesantes y relevantes para aumentan el compromiso y la motivación intrínseca. En contraste, una falta de estimulación adecuada lleva a la desmotivación, la apatía y una disminución en el interés por las actividades y el entorno.
Para que la estimulación sea efectiva, debe ser adaptada a las necesidades y características individuales. En el caso de autistas o atencionales divergentes la estimulación debe ser personalizada para abordar los intereses específicos, sensibilidades y estilos de procesamiento. Esto ayuda a evitar la sobrecarga sensorial y emocional y apoya el desarrollo de habilidades y la regulación emocional.
Sobreestimulación
Cuando la cantidad o la intensidad de los estímulos excede la capacidad de procesamiento de una persona, se da lugar a la sobreestimulación, la cual se caracteriza por la exposición excesiva a estímulos sensoriales, cognitivos o emocionales, lo que puede tener múltiples consecuencias negativas para la salud y el bienestar. La sobreestimulación afecta profundamente la capacidad para desempeñarnos de manera efectiva, además deteriorar la calidad de vida general.
La sobreestimulación puede provocar un agotamiento sensorial, cognitivo y emocional donde la exposición continua a estímulos intensos lleva a una fatiga que hace que el entorno resulte abrumador e incontrolable. Este agotamiento llega a generar estrés crónico, ya que la constante exposición a estímulos intensos incrementa los niveles de estrés y dificulta la capacidad de relajarse y recuperarse. Además, la sobreestimulación incrementa las dificultades en la regulación emocional. La incapacidad para gestionar las emociones debido a la sobrecarga ocasiona cambios de humor frecuentes, irritabilidad y una mayor sensibilidad emocional. Esta alteración en la regulación emocional afecta la interacción social y la percepción del entorno.
Los problemas de concentración y memoria son otra consecuencia común de la sobreestimulación. El exceso de estímulos puede sobrecargar el sistema cognitivo, dificultando la capacidad de enfocarnos en tareas y de recordar información importante. La fatiga y el agotamiento general también se originan de la sobrecarga prolongada, ya que la energía necesaria para manejar el estrés continuo agota los recursos físicos y emocionales.
En la mayoría de los casos, la sobreestimulación lleva al aislamiento social como una forma de evitar la sobrecarga. El retiro de situaciones sociales y de interacciones nos genera una sensación de soledad y desconexión. Este aislamiento intensifica la fatiga y el agotamiento, haciendo que el entorno social se sienta aún más desafiante. La sobreestimulación tiene efectos significativos sobre la salud mental y emocional, afecta tanto el bienestar general como la capacidad de desempeñarnos eficazmente en la vida diaria.
Entre las consecuencias de la sobreestimulación, el burnout autista es una manifestación particularmente significativa. El burnout se caracteriza por un agotamiento extremo y una disminución en la capacidad para actuar debido a la exposición continua a altos niveles de estrés y estimulación. Como autistas experimentamos un desgaste profundo debido a la intensa sobrecarga sensorial, cognitiva y emocional, lo que nos lleva a una pérdida de interés y motivación, así como a una sensación general de desilusión y desesperanza.
Del burnout a la subestimulación
El paso del burnout a la subestimulación ocurre cuando el agotamiento extremo y la sobrecarga del burnout nos llevan a una reducción en la estimulación y el compromiso como estrategia de recuperación. Después de experimentar burnout, es común reducir el nivel de estimulación para evitar una nueva sobrecarga o prolongar el agotamiento. Esta estrategia de autoprotección en ocasiones nos lleva a crear un entorno con muy baja estimulación, resultando en un contexto más monótono y mucho menos desafiante, como una forma de evitar el estrés continuo, la ansiedad y la desregulación. Estos entornos apareen como un oasis de paz frente al caos y las demandas de la sobreestimulación. Sin embargo, esta reducción de estímulos, aunque en un principio ayuda a evitar el agotamiento, también llega a resultar en una subestimulación crónica.
Como consecuencia del burnout, se observa una notable disminución en la energía y la motivación, lo que lleva a una reducción en la participación en actividades que anteriormente eran estimulantes. Este fenómeno se traduce en una vida diaria menos activa y comprometida, donde las tareas que solían proporcionarnos satisfacción y desafío ahora parecen abrumadoras o irrelevantes. La tendencia al aislamiento social, una respuesta común al burnout intensifica esta situación al limitar la exposición a interacciones sociales y experiencias variadas. Esta disminución en el contacto social y en la exposición a estímulos externos adecuados profundiza la sensación de monotonía y desconexión, generando un entorno donde la falta de desafíos y variedad contribuye a un estado de subestimulación.
La reducción en la estimulación, al ser prolongada y sostenida, agrava la percepción de vacío y apatía, complicando aún más la recuperación e incrementando el ciclo de desmotivación. La simplificación del entorno como una estrategia para recuperarnos del burnout genera una monotonía que elimina los desafíos y estímulos necesarios para mantener la conexión, la fluidez vital y la motivación, resultando en una vida diaria menos estimulante. El burnout también lleva a la reducción en la participación en actividades desafiantes. La tendencia a evitar estas actividades puede resultar en una falta de oportunidades para enfrentar y superar retos, lo cual es importante para mantener un nivel adecuado de estimulación. La ausencia de estos desafíos lleva a una vida menos activa y más aburrida.
La subestimulación
La subestimulación se caracteriza por la ausencia de desafíos adecuados en los ámbitos mental, emocional y sensorial, resultando en una notable disminución del interés, la motivación y el compromiso. Este fenómeno no sólo implica una reducción en el estímulo cognitivo, sino que también afecta la coherencia emocional y la conexión personal. La falta de desafíos mentales y emocionales lleva a una disminución en la capacidad de integrar y procesar la información de manera coherente, lo que impacta negativamente en el sentido de propósito y la conexión con uno mismo.
En el ámbito cognitivo, la subestimulación ocurre cuando las tareas y actividades diarias carecen de complejidad y desafío, generando una sensación de monotonía y vacío. Actividades repetitivas y sin estímulo intelectual pueden desencadenar una falta de propósito, erosionando la capacidad para encontrar significado en las rutinas diarias. Este déficit en el desafío mental también puede contribuir a una falta de coherencia entre el pensamiento y la acción, generando una percepción de desconexión con uno mismo y con los objetivos personales.
Emocionalmente, la subestimulación se manifiesta cuando no se proporcionan estímulos que alineen con los intereses y pasiones individuales. La ausencia de experiencias que ofrezcan una conexión emocional significativa puede resultar en una desconexión emocional, donde nos sentimos desvinculados de nuestras propias emociones y necesidades. Esta falta de estímulos emocionales satisfactorios afecta el bienestar general y también impide el desarrollo de una regulación emocional efectiva, debilitando la co-
regulación interpersonal.
En términos sensoriales, la subestimulación se presenta cuando el entorno no ofrece una variedad adecuada de estímulos que sean atractivos o relevantes. La falta de diversidad en el entorno físico, como la escasez de colores, sonidos o texturas interesantes, puede hacer que el entorno se perciba como monótono y carente de vitalidad. Esta carencia de estímulos sensoriales adecuados contribuye a una sensación de apatía y disminuye el compromiso con el entorno circundante.
En conjunto, la subestimulación lleva a una percepción persistente de monotonía y desinterés, incrementada por un entorno que no se adapta a las necesidades individuales. La falta de estímulos adecuados agrava el sentimiento de vacío y desmotivación, afecta negativamente la capacidad de encontrar sentido en las actividades diarias y de mantener un equilibrio emocional saludable debilitando tanto el bienestar emocional como el compromiso con la vida cotidiana.
De la subestimulación al bore-out
El bore-out es un estado de agotamiento físico, emocional y mental que se presenta también como resultado de un intento inadecuado de recuperación del burnout. Mientras que el burnout se caracteriza por una sobrecarga excesiva de trabajo, estrés y estímulos, el bore-out surge cuando, en un esfuerzo por recuperarnos, reducimos drásticamente la actividad y evitamos cualquier tipo de desafío y gasto de energía. Esta reducción de la estimulación puede parecer una solución lógica para contrarrestar el burnout, pero, de hecho, puede agravar el problema.
En el bore-out, la falta de estructura organizada y la ausencia de rutinas definidas juegan un papel importante, ya que al dejar de lado las responsabilidades y no establecer horarios ni metas, por la fatiga y falta de energía, entramos en un estado de inactividad que resulta en una disminución general las actividades. En lugar de estar abrumado por una carga excesiva de tareas, nos enfrentamos a una profunda desmotivación y fatiga. Esta falta de estímulos afecta nuestra capacidad para mantener un equilibrio emocional saludable y también intensifica la sensación de vacío y desinterés.
En el bore-out los procesos cognitivos necesarios para planificar, organizar y llevar a cabo actividades también se ven gravemente afectados, lo que dificulta incluso las tareas más simples. Esta disfunción ejecutiva contribuye a la incapacidad para tomar decisiones y mantener la motivación, haciendo que nos sintamos estancados en un estado de monotonía y aburrimiento en el cuál tampoco somos capaces de hacer las cosas, sintiéndonos cada vez más vacíos y sin propósito. Los días se vuelven monótonos y el sentido de logro se desvanece, sintiendo como si estuviéramos atrapados en un pantano del que no podemos salir.
Este estado de bore-out provoca una profunda frustración, ya que sentimos que no avanzamos ni salimos del burnout y que la situación empeora, en lugar de mejorar. La falta de estímulos, junto con la disfunción ejecutiva y la desmotivación, crean un ciclo en el que parecemos incapaces de encontrar un sentido a la vida.
Síntomas y consecuencias del bore-out
Uno de los síntomas más notables del bore-out es la desconexión con el yo. Esta disociación se manifiesta como una sensación de vacío y alienación, en el que nos sentimos desconectados de nuestras propias emociones y necesidades. La falta de estímulos adecuados puede llevar a una pérdida de identidad y propósito, haciendo que las actividades diarias parezcan insignificantes o irrelevantes.
La dificultad para experimentar el estado de "flow", o fluidez, es otra consecuencia del bore-out. El flow se refiere a la experiencia de estar completamente inmerso y comprometido en una actividad que resulta desafiante y gratificante, como nuestros intereses especiales. Cuando la estimulación es insuficiente, se vuelve difícil alcanzar este estado, resultando en una falta de satisfacción, placer, alegría y disfrute incluso en nuestros intereses o pasiones.
En términos de salud mental, el bore-out puede conducir a una serie de problemas como la ansiedad y la depresión. La sensación persistente de aburrimiento y la falta de propósito llegan a generar sentimientos de desesperanza y tristeza, incluso ideación suicida, lo que afecta negativamente nuestro bienestar general. Esta carencia de estímulos y desafíos puede intensificar el estrés mental, contribuyendo a una disminución general en la salud mental.
La vida en en sí, también puede verse afectada por el bore-out. La falta de motivación y compromiso lleva a una menor productividad y a la sensación de estancamiento en la vida personal y profesional. La rutina monótona y la ausencia de objetivos claros limitan el crecimiento personal y profesional, afectando la capacidad de alcanzar metas y encontrar satisfacción en la vida.
El bienestar general se resiente, ya que la falta de estímulos adecuados y la sensación de vacío disminuyen la calidad de vida. Las actividades que antes eran placenteras tienen menor atractivo, y experimentamos mayor falta de energía y entusiasmo.
Descanso organizado para la recuperación del burnout o bore-out
El descanso organizado es una idea que tuve después de miles de veces de tratar de recuperarme del burnout y caer en bore-out, tener una estructura de descanso es fundamental para una recuperación efectiva. La clave está en combinar el descanso con una estimulación adecuada y significativa para mantener el equilibrio y la motivación.
El descanso organizado implica establecer rutinas y horarios definidos que faciliten una gestión eficiente del tiempo dedicado a la recuperación. Crear una estructura clara ayuda a equilibrar períodos de descanso con actividades que proporcionen estímulos adecuados, lo cual es esencial para prevenir la sensación de vacío que caracteriza al bore-out.
Un aspecto importante del descanso organizado es la integración de intereses personales como la línea conductora de nuestra recuperación, así como actividades que sean estimulantes y gratificantes como puede ser el ejercicio, dar un paseo, etc. Incorporar actividades relacionadas con los intereses especiales ofrece un desafío mental y emocional positivo, contribuyendo a una recuperación más completa y satisfactoria. Además, el ejercicio regular debe formar parte de esta rutina, ya que proporciona beneficios tanto físicos como neurológicos. El ejercicio ayuda a reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y aumentar la energía, facilitando una recuperación más dinámica y efectiva. También una alimentación e hidratación adecuada a nuestras necesidades que nos evite la inflamación, incomodidades o pasar hambre y sed.
Es fundamental que el descanso organizado no se limite sólo a la reducción de la carga laboral, las responsabilidades o al tiempo de inactividad. Debe incluir oportunidades para la autoexploración y el desarrollo personal, así como para la participación en actividades que promuevan el compromiso y el sentido de propósito. La planificación de tiempos para actividades creativas, hobbies y proyectos personales puede ayudar a mantener la mente activa y prevenir la monotonía que lleva al bore-out. La estructuración del tiempo es esencial, ya que no debemos dedicar mucho tiempo a cada actividad, pocos minutos al día es suficiente, además de que es importante alternar actividades que quitan energía con actividades que nos dan energía, de ahí que la contabilidad energética es clave.
En resumen, el descanso organizado debe ser un equilibrio entre el tiempo destinado a la recuperación y la incorporación de estímulos y actividades que sean satisfactorias y significativas. Al proporcionar una estructura que incluya tanto el descanso como la estimulación adecuada, es posible recuperarse del burnout de manera efectiva y evitar caer en el bore-out.
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